Titulo:
Cuentos para grandes.
Autor: Jane
Morgan, y varios autores más.
Editorial:
Ediciones B.
Género:
Erotismo/ Sexo explicito.
Clasificación:
Mayores de 18.
Valoración:
2/10.
Las
antologías de cuentos siempre han sido mi preferencia al momento de elegir un
nuevo material de lectura en alguna librería; especialmente aquellas que reúnen
a varios artistas, muy diferentes entre sí, para conformar un libro con relatos
de su autoría, permitiéndome disfrutar de una rica variedad de estilos
narrativos, literarios y una gran variedad de historias, cada una con sus
propios mundos y personajes destinados a entretener durante los momentos de
ocio que se nos presentan en la vida debido a la corta duración de las mismas.
A simple
vista, este libro parecía un hallazgo único. Una serie de relatos, de temática
erótica, conformada por grandes exponentes literarios como lo son Francisco
Ortega, escritor y guionista, Alberto Fuguet, autor de Tinta roja, Diana
Massis, una reconocida en el mundo de la literatura erótica, entre otros igual
de talentosos. Además de contar con preciosas ilustraciones para cada uno de
los cuentos. Todo esto bajo la convocatoria de la autora, Jane Morgan, mejor
conocida como Japi Jane, exitosa promotora de productos eróticos para el placer
de la pareja e individual, quien convocó a todos estos artistas, conocidos
suyos, para realizar esta oda al mal gusto, la mediocridad y la falta de
interés por atraer al lector.
¿Qué puede
salir mal de un libro que promete tanto pero que no cumple ni la mitad de lo
que uno espera?
Un muchacho
enamorado platónicamente de su despampanante prima, un joven escritor que
descubre como sus deseos sexuales son plasmados en sus novelas, una mujer
reinventada que prefiere masturbarse frente a un espejo al contemplar toda su
belleza, un pobre hombre acosado y violado en un vestidor de un mal; son
algunos de los temas principales de los relatos que aquí pueden encontrarse. Si
les parece simple, no se preocupen, lo son. Son tan sencillos y vacios, como a
la vez poco eróticos, que parecieran sacados de cualquier pagina de relatos
pornográficos o confesiones cachondas anónimas.
Durante unos
momentos pensé que había vuelto a mi época de escolar, en la media, donde solía
leer relatos de este calibre en páginas ya acabadas por la facilidad de
conseguir videos eróticos en la actualidad. Sin embargo, incluso en aquellos
relatos anónimos, creados por cualquier internauta, como usted o como yo, se
podía sentir una chispa de erotismo; una pasión bien manejada en el “segundo a
segundo” del relato, desde que uno sabia quien sería la pareja de turno hasta
que uno los veía, o más bien los leía, acabar.
Mientras
algunos autores buscan simplemente plasmar su estilo único para ser reconocidos
por los lectores, otros ignoran que la intención es un relato erótico,
anteponiendo su originalidad por sobre los requerimientos del libro en sí.
Otros, por otro lado, demuestran su completa falta de experiencia al momento de
narrar una historia, como es el caso de José Miguel Villouta, quien debe haber entendido
que la idea era describir su fetiche personal en lugar de crear un relato, con
una trama elaborada, con principio,
desarrollo, final y erotismo.
No puedo
decir que todos los relatos sean malos, hay algunos bastante decentes pues
consiguen una buena historia de acuerdo a las bases indicadas por la
convocadora en un principio; pero la mayoría me deja pensando en lo difícil que
le resultó a la mayoría de ellos el adaptar su creatividad a lo que se les
pedía desde el principio: algunas historias carecen del erotismo que la autora
del libro pide, otra tienen una pésima e incomprensible historia, otras
prácticamente no tienen sentido en el mundo del erotismo, y otras fallan
rotundamente en la narración, al contar con un lenguaje pobre, básico y superficial.
Las quejas
podrían ser varias, pero tampoco es mi idea analizar los veinticinco relatos
uno a uno; ya me basta con haberlos leído una vez. Solo me queda decir que para
ser un libro erótico, de erotismo tiene muy poco; y para contener tantos buenos
escritores entre sus páginas, sorprende la dificultad de los mismos para
adaptar sus relatos, estilos e ideas a las necesidades del libro, el cual
termina convertido en una costosa forma para que la autora publicite su pequeña
tienda de productos eróticos llamada “Japi Jane”.
Lo único en
lo que este libro me deja reflexionando es, si acaso todos los autores e
ilustradores que lo conforman, habrán adquirido alguna vez algún juguetito
sexual por parte de la propietaria.
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