“Darker Than You Think” (1948), de Jack Williamson.
Esta novela de Williamson llegó a mis manos en 2005 y dentro de lo que he leído sobre licántropos y shapeshifters, es sin lugar a dudas la más destacable. La edición que tengo incluye ilustraciones de David G. Klein que combinan magistralmente el arte de los pulps con la xilografía expresionista alemana. “Darker Than You Think” es una novela de hombres lobo que, como señala Douglas E. Winter en el prólogo, no es realmente una novela de hombres lobo, sino que algo más: “una evocación sublime del fantástico oscuro que busca explorar el motivo primigenio que da fuerza al folclor y, en consecuencia, a la ficción y el cine”. Pese a lo dicho anteriormente, no se trata de una novela puramente fantástica o de terror, ya que justifica la existencia del hombre lobo recurriendo a los mecanismos de la ciencia ficción. Otra arista muy importante de “Darker Than You Think” es la ocultista, ligada fuertemente a la escuela de pensamiento de Alistair Crowley. De hecho Jack Parsons, ingeniero aeroespacial y miembro de la Ordo Temple Orientis (O.T.O), era fan de la novela y se dice que junto a Ron L. Hubbard realizaron el “trabajo de Babalón” para invocar a la mujer escarlata que daría a luz al “moonchild”, que en el libro de Williamson es denominado “The Child of the Night”.
“El mundo de Satán” (1969), de Paul Anderson.
Según he investigado, este libro forma parte de una saga conocida como de “La Liga Polesotécnica”. De los veinticinco libros que la componen, publicados entre 1958 y 1973, solamente he leído este, el décimo en orden de edición. “El mundo de Satán” tiene todos los elementos que me agradan en la ciencia ficción “clásica”, en especial dos personajes no-humanos, aliados del protagonista. Uno es Adzel, una suerte de centauro-cocodrilo budista de dos metros de alto y cuatro de largo; y la otra es Chee Lan, unafurry de pelaje blanco que debe haber servido de modelo para Hepzibah, miembro de los Starjammers creados por Dave Cockrum. Space-opera de la mejor.
“Los creadores de dios” (1972), de Frank Herbert.
Esta novela es el compendio de cuatro historias cortas publicadas entre 1958 y 1960 y resume a la perfección la problemática del humano-convertido-en-divinidad, en un contexto de ciencia ficción. Digo “resume”, teniendo en cuenta la saga de “Duna”, donde este tema también es tratado ampliamente por Herbert. La leí en 2001 y fue la principal inspiración para mi primera novela de exploraciones xenobiológicas y espaciotemporales que sigue inédita, titulada “Los hijos del cielo y de la noche”.
“El planeta de Shakespeare” (1976), de Clifford D. Simak.
Leí esta novela en 1999 y me fascinó por todos los elementos que incluye y que de por sí solos hubiesen dado para una novela diferente cada uno. Francisco José Súñer Iglesias la considera una obra fallida y “una de las novelas más lamentablemente rematadas y más olvidables de la historia de la ciencia ficción”. Concuerdo en que Simak no le sacó provecho a todos los elementos que planteó, algunos de los cuales se han convertido en lugares comunes de la cf (sobre todo fílmica), como el alienígena cazador (“Predator”) o el sistema de portales que comunican planetas (“Stargate”), pero prefiero una novela fallida llena de ideas que una carente de ellas, pero correctamente narrada en su estructura. Yo, al menos, no he olvidado a Carter Horton, Carnivore, el robot Nicodemus y aquel misterioso sujeto que se hacía llamar Shakespeare.
Serie “Los príncipes demonio” (1964-81), de Jack Vance.
Esta serie de novelas fue publicada entre 1964 y 1981. Leí el libro en la edición de Martinez Roca que compilaba las tres primeras historias: “El rey estelar” (1964), “La máquina de matar” (1964) y “El palacio del amor” (1967) cuando estaba en último año de Enseñanza Media gracias a mi gran amigo Miguel Arenas, quien me lo facilitó para rendir una prueba de la clase de lenguaje que consistía en realizar la “taxonomí” de un libro a elección (si el profesor no había leído el libro seleccionado por el alumno, uno debía facilitárselo, como fue mi caso). Leí los otros dos libros: “El rostro” (1979) y “El libro de los sueños” (1981) un par de años después, pero no los disfruté tanto como el primer tomo. La premisa de esta historia de venganza es bastante simple y efectiva, y como en toda obra de Vance, destaca la atención al detalle en la elaboración de mundos y sociedades. Obtuve un siete coeficiente dos en la prueba, por cierto.
“Efímeras” (1979), Kevin O’Donell, Jr.
Leí esta novela el año 2000 en la edición de Ultramar. Aquí hay un excelente ejemplo de cómo una sola idea basta para propulsar a la velocidad de la luz una buena historia de ciencia ficción. El argumento de una mente humana empleada en la creación de un ordenador biológico que controle una nave espacial, usado (o desperdiciado) en el “Planeta de Shakespeare”, es aquí explorado y explotado al máximo por O’Donell. Esta novela es de la mejor ciencia ficción “pura” y “dura” que me ha tocado leer (en contraste aprovecho de mencionar que “Los ojos de Heisenberg”, de Herbert, ha sido la que más me ha aburrido en esta línea).
“VALIS” (1981), de Philip K. Dick.
He leído todo lo que he podido conseguir de Phil Dick y si tuviese que quedarme con una sola de sus novelas, sería esta. El componente autobiográfico es, a mi juicio, la que la eleva por sobre todas las otras. Amacaballo Fat se convierte en un amigo y uno quiere que se recupere, que encuentre la cordura (ya que encontrar a un dios que se camufla como las cebras parece imposible), pero Dick no se lo permite. “VALIS” es un libro minado, lleno de trampas, y si lo hubiese leído antes que “Identidad suspendida”, seguramente no la hubiese escrito.
“Las puertas de Anubis” (1983), de Tim Powers.
Recuerdo muy bien cuando vi por primera vez esta novela en la colección “Gran Fantasy”, de Martinez Roca, en una librería de Punta Arenas. Estaba en Primero Medio y comenzando a armar mi biblioteca de ciencia ficción. Lamentablemente, cuando reuní el dinero suficiente para comprar el libro, alguien más se lo había llevado. Me olvidé de él y no lo leí sino hasta el 2001. Viajes en el tiempo, personajes históricos, magia negra, dioses egipcios, cambios de cuerpos, esta novela tiene todo eso y más. Powers fue amigo de Dick y junto a James P. Blaylock y K. W. Jeter conformaron el llamado Grupo de California y fueron los primeros “steampunks” (término acuñado por Jeter para describir su obra y la de sus colegas en contraste al cyberpunk imperante). De acuerdo a Powers, Dick habría escrito una de las páginas de “Las puertas de Anubis”, pero hasta el día de hoy no ha revelado cual.
“Traición” (1988), de Orson Scott Card.
Esta novela fue lo primero que leí de Scott Card y ha sido la que más me ha gustado. Como me ha ocurrido con otros libros (como “Espinas”, de Robert Silverberg) llegué atraído a él debido a las pésimas críticas. Recuerdo que una de ellas apuntaba a que no era ciencia ficción, sino fantasía, algo que por cierto a mí siempre me ha tenido sin el menor cuidado. Yo, personalmente, no me sentí traicionado por “Traición” (si se me permite el retruécano). Es una obra sencilla, sin pretensiones y, pese al título, bastante honesta. Fue la segunda novela que Scott Card publicó y creo que, al igual como ocurre en “Hacedores de dios”, de Herbert, están aquí todas las temáticas y preocupaciones que su autor desarrollará más adelante.
Serie “Los cantos de Hyperion” (1989-1997) de Dan Simmons.
Este es otro autor del cual he leído casi todo lo que se ha publicado. “Hyperion”, que es una suerte de fix up, fue lo primero que llegó a mis manos y me pareció estar frente a un digno heredero de Jack Vance. De ahí continué con el resto de los libros de la serie y pese a que “Endymion” (1996) me pareció algo flojo, la cosa mejoró con “El ascenso de Endymion” (1997). Son tantos los elementos, personajes y referencias de esta saga, que me agoto con solo pensar en resumirlas aquí.
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